domingo, 12 de septiembre de 2010

Deseo



Desde en momento en que lo conocí supe que quería acostarme con él. Había algo en su manera de hablar, de expresarse, que hacía que me fuera derritiendo lentamente por dentro cada vez que lo veía. No podía explicar muy bien qué era, pero me atraía como nunca me había atraído nadie. No era amor: era otra cosa. Además era perfectamente consciente de que era un hombre casado. Por eso aquella noche cuando nos encontramos en la cena de empresa sabía que algo pasaría si permanecía mucho rato a su lado. Yo tenía la sensación de que él no sentía lo mismo por mí, pero que sabía perfectamente la impresión que me causaba y lo utilizaba. Estoy convencida de que le divertía provocarme. El azar quiso que lo sentaran justo enfrente de mí en la mesa junto a su mujer. Empezó a hablar con todos los que lo rodeaban. Era un hombre carismático. La gente lo adoraba. De vez en cuando me miraba de refilón y me guiñaba en ojo, consciente de que a mí se me erizaba la piel cada vez que se cruzaban nuestras miradas. Sentía mucho calor y la garganta seca. No era capaz de intervenir en la conversación por miedo a quedarme sin palabras de repente. Tomé varias copas de vino en un intento por aplacar mi sed y de relajarme un poco, pero eso sólo hizo que estuviera más excitada aún ante cada mirada y cada guiño. De repente sentí que un pie me rozaba la pierna. Miré a mi alrededor y todos estaban enfrascados en una aparentemente divertida conversación. Él me miró unos instantes y me guiñó el ojo. Y continuó acariciándome la pierna mientras le contaba un chiste a los presentes. Sentí que mi mente se iba lejos en el momento en que descrucé las piernas y su pie llegó a mis muslos. Cuando acabó la cena me alejé de él lo más rápido que pude, pero en un momento dado nos cruzamos. Me dijo que su mujer y él se iban a casa. Me dio dos besos mientras agarraba la mano izquierda. Noté que deslizó en ella un papel. Cuando me soltó la mano, la cerré fuerte y la puse detrás de mí hasta que se marcharon. Entonces abrí la mano y desdoblé el arrugado papel. Decía: “Estaré en la puerta del bar en 1 hora. Si quieres que cumplamos nuestras fantasías, ven”. Comencé a respirar pesadamente y sentí que el corazón se me salía del pecho. Salí del restaurante y comencé a andar por la calle rápidamente. De vez en cuando volvía a mirar el papel. Quería hacerlo, lo deseaba más que nada en el mundo. Pero mi mente me decía que no lo hiciera, que no tenía sentido, que aquello no iba a ninguna parte. No fui. Lo volví a ver en la oficina al día siguiente. Me sonrió y me guiñó el ojo como si nada hubiera ocurrido. Nunca supe si fue o no. Pero prefiero no saberlo…

5 comentarios:

Belladona84 dijo...

Me gusta mucho tu relato ;) escribes bien si señor

M dijo...

Esos momentos de indecisión...

rombo dijo...

Bufff Princesa. Cada vez escribes mejor !!!!

Susana López dijo...

Me fascina tu blog. En especial tus relatos eróticos (ó pseudo eróticos). Besitos.

Princesa Ono dijo...

Bella: muchas gracias. No sé qué decir. No creo q escriba bien, pero escribo desde dentro y de vez en cuando viene alguna musa a visitarme... sólo de vez en cuando

Mónica: qué dura es la indecisión...!

Rombo: jo... gracias! parece que estoy inspirada. Pero ya verás como dentro de un par de días escibiré una mierda y os arrepentiréis de vuestras palabras!!

Susana: muchísimas gracias. Tú también me encantas. Y tu blog es de lo más interesante que he encontrado últimamente. Besos