sábado, 14 de agosto de 2010

Sucedió una noche (relato semi-erótico)


Compartían mucho más que un espacio reducido en su lugar de trabajo. Hablaban de todo: de sus vidas, de sus problemas, de sus parejas, etc. J. intentaba salir de una relación tormentosa con una mujer que constantemente le era infiel. Estaban en el último intento. I. tenía una relación perfecta con su novio de toda la vida. Tan perfecta que se aburría de su vida idílica. En los nueve años que llevaban trabajando juntos J. había tenido al menos tres relaciones y otras tantas aventurillas pasajeras. I. había estado todo ese tiempo con él mismo hombre. Nunca se habían sentido atraídos el uno por el otro. Ni siquiera se habían planteado salir juntos. Pero un día después del trabajo J. le planteó salir a tomar una copa. Le había estado contando la última discusión que tuvo con su novia. Escuchó por casualidad un mensaje en el contestador de un tipo que le decía lo mucho que había disfrutado con ella la noche anterior. Se sentía fatal. Le había dado otra oportunidad y ella lo había defraudado por enésima vez. I. no tenía nada mejor que hacer ya que su novio estaba fuera de la ciudad por asuntos de trabajo así que accedió a tomar esa copa.
Salieron de la oficina a eso de las 7 de la tarde y se fueron a un bar cercano a tomar una cerveza. J. siguió contándole sus problemas con su chica. Era increíble que hubiera aguantado tanto con ella, le decía, con todo el daño que le había hecho. I. por su parte le decía que entendía su situación, que era normal que le pasara eso ya que estaba muy enamorado de ella. Ella, sin embargo, no tenía queja de su novio, pero estaba algo cansada de la vida monótona que llevaba con él. Quería salir de la rutina y no sabía bien cómo. Una cerveza llevó a otra y decidieron pedir unas tapas para cenar y seguir charlando. El alcohol empezaba a hacer efecto en ellos. I. tenía las mejillas encendidas y J. pensó que nunca se había fijado en lo atractiva que era su compañera. I. empezaba a notarse demasiado a gusto en su compañía y la necesidad de sentir un contacto físico con él la llevaba a tocarle en repetidas ocasiones el brazo o la mano durante la conversación, lo cual a él estaba empezando a excitarle. Alrededor de las 11 decidieron ir a un pequeño local en el que tocaban jazz en directo. Al ser un miércoles, había muy poca gente en el local. Se sentaron en una mesa apartada iluminada sólo por la llama de una veja roja. Pidieron unos cócteles y siguieron charlando. El grupo versionaba temas de los grandes del jazz. Apenas oían la música enfrascados como estaban en su conversación. Cada vez estaban más cerca el uno del otro. Sus rodillas se tocaban. I. seguía manteniendo el contacto físico durante la conversación. No podía evitarlo. Algo de él la atraía increíblemente. En un momento determinado en vez de tocarle el brazo le pasó la mano por el pelo y le acercó la cabeza hasta que sus labios se encontraron. Le besó suavemente sin retirar la mano de su pelo. Separaron las bocas unos centímetros antes de que él la volviera a atraer hacia sí para besarla esta vez más apasionadamente. La banda tocaba “Dream a little dream” y sus manos pasaron a envolver sus cuerpos y a explorarse mutuamente. No había nadie a su alrededor. Los camareros estaban sentados en la barra aburridos hablando entre ellos. J. metió las manos por debajo de su fina blusa de verano y comenzó a acariciar su vientre y sus pechos con suavidad, pero con firmeza. Su piel estaba increíblemente suave lo que le hizo excitarse cada vez más. I. le acariciaba la espalda. Aquí y allá le dibujaba espirales con el dedo índice. Él bajó sus manos por la espalda de I., bajó por sus muslos y volvió a subir, esta vez por debajo de su falda. Sus manos volvieron a posarse en sus firmes glúteos y le bajó las braguitas. La levantó y la colocó encima de él. Ella no paraba de besarle y comenzó a moverse encima de él, lo que le hacía estar al borde del éxtasis. I. se incorporó un poco para que J. se bajara los pantalones. Se volvió a sentar sobre él y notó su erección entre sus muslos, así que separó algo más las piernas y se colocó de modo que él pudiera entrar en ella. La música iba aumentando en intensidad. No sabían qué estaba sonando, pero comenzaron a moverse al ritmo de la música y a jadear al compás. El sudor le resbalaba a I. entre los pechos y  a J. por la espalda. Sabían que estaban apunto de llegar al culmen e iban a llegar juntos. La música empezó a subir en intensidad de manera que cuando en el punto máximo de excitación ambos gritaron, nadie les oyó…
El bar estaba apunto de cerrar así que una vez recompuestos pidieron la cuenta y en la puerta se despidieron con dos besos hasta el día siguiente. Cada uno comenzó a andar en una dirección. Cuando llevaban andados unos 10 metros, por alguna inexplicable razón, ambos se giraron a la vez y sonrieron…

8 comentarios:

rombo dijo...

Me ha gustado...MUCHO !!!!!

(quiero más...)

Besos Princesa.

rayajo dijo...

Esto de los relatos eróticos se nos está empezando a dar bien...

Felicidades Doctora

María dijo...

Ha sido tremendamente fascinante Princesa Ono. Estoy muy contenta de haberte encontrado y poder leer cosas así.

rombo dijo...

Querida Princesa Ono: no se preocupe al tener pocos comentarios sobre relato erótico. Y por favor, no abandone este género.

Princesa Ono dijo...

Gracias Rombo. Y no me preocupo por los pocos comentarios. Sé que cada vez hay más blogs interesantes por ahí y la gente tiene que racionarse. Y además hay que luchar para estar entre los favoritos!!

Princesa Ono dijo...

Rayajo: se nos da bastante bien, la verdad...
María: gracias por tus palabras!

María dijo...

Gracias a tí que logras que sintamos cosas nuevas.

Guti dijo...

Esta princesa es mucho. Muy bien.